Falta poco para 2012, que se ha convertido, por mediación de los amantes de la pseudociencia y de internet, en el año de todas las desgracias. Una de ellas es la posibilidad de que una gigantesca tormenta solar devaste la Tierra. Los científicos han advertido en numerosas ocasiones de la necesidad de protegernos de las eyecciones de partículas del Sol, que pueden, si son fuertes y apuntan directamente a nuestro planeta, provocar serios problemas en nuestras redes de energía y comunicaciones. La propia NASA elaboró hace años un informe en el que se ponía en el peor de los casos y que suponía una catástrofe mundial. Sin embargo, ante la expectación que ha levantado este fenómeno, la agencia espacial ha querido poner las cosas en su sitio y llamar a la calma, desmontando una serie de mentiras extendidas popularmente y que circulan por la Red. Para empezar, el Sol alcanzará su máxima actividad a finales de 2013 o a principios de 1014, no en 2012 y ni siquiera entonces tendrá la suficiente energía para enviar un latigazo de fuego desde 93 millones de millas que pueda destruir la Tierra.
La agencia reconoce la necesidad legítima de proteger la Tierra de las formas más intensas del clima espacial -grandes descargas de energía electromagnética y partículas que a veces pueden llegar desde el Sol-, pero también recuerda que el ciclo solar (once años de actividad, once de traquilidad) se ha producido durante milenios sin provocar daños excesivamente graves.
Actualmente, nos encontramos inmersos en un ciclo de gran actividad. El calor explosivo de una llamarada solar no puede llegar a la Tierra, pero sí pueden hacerlo las partículas energéticas y la radiación electromagnética. Las llamaradas solares pueden alterar temporalmente la atmósfera exterior, provocando interrupciones en la transmisión de la señal de, por ejemplo, un satélite GPS, haciendo que equivoque sus parámetros muchos metros. Otro fenómeno producido por el Sol podría ser aún más perjudicial. Conocida como una eyección de masa coronal, estas explosiones solares impulsa partículas y fluctuaciones electromagnéticas en la atmósfera de la Tierra, lo que podría hacer estallar los transformadores en las redes eléctricas. Las partículas también pueden chocar con la electrónica a bordo de un importante satélite e interrumpir sus sistemas.
FUENTE: ABC
CONCLUSIÓN: El mundo no se acaba en 2012
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